jueves, diciembre 08, 2005

Una de cal

Aún renegando con la curia, ayer el canal Historia emite un programa sobre Monseñor Oscar Romero que dio su vida “por la Iglesia y por el pueblo de su querida patria”, El Salvador; éstas son las palabras del Papa Juan Pablo II (aunque en realidad para él fuera igual que un grano en el culo). Su muerte por la bala de un asesino, el 24 de marzo de 1980, culminó una vida dedicada al servicio de sus hermanos como sacerdote y obispo. Intrépido defensor de los pobres y desamparados, alcanzó renombre mundial durante sus tres años como arzobispo de San Salvador. Las universidades de Georgetown y Lovaina le confirieron títulos honoris causa, y miembros del parlamento de Gran Bretaña lo nombraron candidato para el Premio Nobel por la Paz. Al mismo tiempo se ganó la difamación y el odio de miembros de la oligarquía salvadoreña—manifestados en persistentes ataques en los medios de comunicación—que inevitablemente terminaron en su martirio.
Semana tras semana, durante tres años, la voz de Monseñor Romero resonó por todo El Salvador, condenando asesinatos y torturas y exhortando al pueblo a trabajar por la paz y el perdón y por una sociedad más justa. A través de la emisora arquidiocesana (cuando no sufrió interferencia en la transmisión ni excesivo daño por atentados con dinamita) el país entero estaba pendiente de sus palabras. Sin falta, los domingos por la mañana su voz resonaba por la radio; se escuchaba en todas partes, sobre todo en los barrios pobres y las aldeas campesinas.

Jamás hemos predicado violencia.
Solamente la violencia del amor,
la que dejó a Cristo clavado en una cruz,
la que se hace cada uno para vencer sus egoísmos
y para que no haya desigualdades
tan crueles entre nosotros.
Esa violencia no es la de la espada,
la del odio.
Es la violencia del amor,
la de la fraternidad,
la que quiere convertir las armas
en hoces para el trabajo. ~ Oscar Romero

Claro, un cura, coherente con su fe, se compromete con su pueblo, y ya sabemos como acaba. Aunque la wiki y todo el mundo reconozca a los culpables de la muerte de Monseñor Romero, lo cierto es que nunca se investigó y juzgó su muerte, no lo permitirán, eso sería la caída del actual gobierno “democrático” de El Salvador.

1 comentario:

ummo dijo...

Si todos los miembros de la iglesia católica fueran así yo no sería ateo.

Lamentablemente hay pocos como él.