Hace mucho tiempo aprendí a no esperar nada de nadie, cosas que tiene esto de ir sola por la vida. Si no espero nada, tengo muchas menos posibilidades de decepcionarme.
El otro día, alguien me sorprendió con un gesto de consideración, valoración, buen rollo. Y me desencajó por completo, no encontraba definición para mis sentimientos. No estoy muy segura de sus motivaciones y no tiene importancia conocerlas, el caso es que, cuando me sentía algo agotada por tanto esfuerzo y aún así, invisible, resultó que no era tan invisible y un reconocimiento así me disparó la autoestima. Una inyección de efectos renovadores muy saludables.
Pasé el resto de aquella tarde "flotando", sonriendo sola por la calle donde el ancho de la acera no era suficiente para mí, satisfecha por encontrar la reciprocidad en alguien en quien confío, satisfecha conmigo misma. Parece que no estoy tan lejos de estar en "mi sitio".
Por la noche, con la digestión de lo ocurrido, la cosa empezó a cambiar. Caí en la cuenta de que, a pesar de haber renunciado a esperar nada de nadie, no hay cosa que necesite más que recibir algo, da igual qué, una muestra de que existo y alguien lo nota. Me sentí patética y lloré.
La has montado buena, Jefe! Gracias, muchas gracias.
El otro día, alguien me sorprendió con un gesto de consideración, valoración, buen rollo. Y me desencajó por completo, no encontraba definición para mis sentimientos. No estoy muy segura de sus motivaciones y no tiene importancia conocerlas, el caso es que, cuando me sentía algo agotada por tanto esfuerzo y aún así, invisible, resultó que no era tan invisible y un reconocimiento así me disparó la autoestima. Una inyección de efectos renovadores muy saludables.
Pasé el resto de aquella tarde "flotando", sonriendo sola por la calle donde el ancho de la acera no era suficiente para mí, satisfecha por encontrar la reciprocidad en alguien en quien confío, satisfecha conmigo misma. Parece que no estoy tan lejos de estar en "mi sitio".
Por la noche, con la digestión de lo ocurrido, la cosa empezó a cambiar. Caí en la cuenta de que, a pesar de haber renunciado a esperar nada de nadie, no hay cosa que necesite más que recibir algo, da igual qué, una muestra de que existo y alguien lo nota. Me sentí patética y lloré.
La has montado buena, Jefe! Gracias, muchas gracias.