lunes, diciembre 12, 2005

Niños trabajando

Recuerdo la lámina de un texto escolar de mi infancia, en la que un niño guiaba los bueyes, mientras el padre sostenía con firmeza el arado. Era una estampa feliz: el trabajo, la semilla en el surco y la armonía de padres e hijos y de todos con la naturaleza, son regalos que adornan la existencia.

Años después, cuando había vivido un poco y leído el Niño Yuntero de Miguel Hernández, la imagen no me pareció tan bucólica. Entonces no sabía que aquellos versos reflejaban la mitad de la vida del poeta que
creció pastoreando cabras y agradeció a los jesuitas una mínima ilustración. La otra mitad la pusieron los fascistas, que lo asesinaron de tuberculosis, en la cárcel: ¡a los treinta y un años!

Cuando versificaba sobre su experiencia, Miguel Hernández no podía saber que, en el mundo subdesarrollado existirían casi 400 millones de niños trabajadores, de ellos unos 110 millones son niñas y 80 millones niños de la calle. Ninguno juega, pocos van a la escuela, muchos carecen de hogar y la mayoría nunca han conocido el afecto.

Ningún poeta y ningún sabio podía concebir una situación en la que, prácticamente no pueda consumirse un producto natural del Tercer Mundo que no esté contaminado por el trabajo infantil. Para mayor ironía, también lo están los juguetes y los balones de fútbol. A instancias de estrellas del deporte y organizaciones de derechos humanos, se han prohibido competencias con pelotas realizadas por niños esclavos y el Comité Olímpico Internacional ha lanzado la consigna: “Aros Olímpicos Libres de Trabajo Infantil”.

Hay más niñas empleadas en servicio doméstico que en ninguna otra forma de trabajo. Ellas limpian, cocinan, cuidan a otros niños. Jamás juegan, apenas visitan a sus familias y para colmo, es frecuente que se abuse sexualmente de ellas. Un 75 por ciento de esos diminutos sirvientes no saben leer o escribir y en muchos casos son huérfanos. Entre algunas categorías de niños trabajadores la esperanza de vida llega a los 12 años

La codicia y la maldad, no la pobreza, son las causas del crecimiento del trabajo infantil. No existe ni una sola razón económica que lo justifique. El que los niños trabajen como bestias no le conviene a ningún país, sino a individuos desalmados. De hecho, los niños ocupan los empleos de los adultos. Donde abunda el trabajo infantil es alto el desempleo.

La tentación a explotar niños pobres es muy alta y el único antídoto es la voluntad política de los gobiernos que debieran perseguir esas prácticas como mismo persiguen al terrorismo.

De todas maneras, existe un consuelo: hacerlos trabajar no es lo peor que se le puede hacer a un niño: prostituirlo, abusarlo sexualmente y utilizar sus imágenes para el comercio con pornografía son todavía peores y más viciosos, porque nada tienen que ver con pobreza o la subsistencia. Al menos 8 millones de niñas ejercen la prostitución.

Todo el mundo sabe que un negocio prospera cuando abundan los clientes. Es el caso de la prostitución y la pornografía infantil, cuyo consumo no está ligado a la pobreza, sino todo lo contrario, es un placer del que disfrutan las personas de posición económica holgada, sobre todo de los países desarrollados.

El inventario, no debe olvidar que sólo en la década pasada, más de 80 millones de niños fueron involucrados como combatientes en guerras y conflictos armados. En esos eventos, las niñas sirven además para proveer sexo a los combatientes.

Estamos hablando de niños que no asisten a la escuela y no juegan, no cultivan la fantasía ni la camaradería, no conocen ni reproducen amor. Una parte de ellos crecerá y aquellos que logren sobrevivir serán adultos pobres y traumatizados, carentes de autoestima y de preparación, muchos crearán familias en las que crecerán niños trabajadores y algunos los enviaran a las calles para reiniciar otra noria salvaje.

Lo que ocurrió con Miguel Hernández sucedió también con Charles Perrault. Al lado de los actuales cuadros de vileza extrema, el niño yuntero, parece una estampa romántica y, frente a las niñas esclavizadas, prostituidas y abusadas, Cenicienta recuerda a una afortunada damita que tuvo su oportunidad y la supo aprovechar.

Por: Jorge Gómez Barata ARGENPRESS.info

1 comentario:

ummo dijo...

Si quieres tocarme la fibra sensible y ponerme al borde de la lágrima no tienes más que contarme cosas de este tipo sobre los niños... :((

Si hay una cosa en la que soy totalmente intolerante es en estos casos. No hay perdón. De dios o de lo que sea que haya.