Sólo me faltan seis meses y veintiocho días para estar en condiciones de jubilarme. Debe hacer por lo menos cinco años que llevo este cómputo diario de mi saldo de trabajo. Verdaderamente, ¿preciso tanto el ocio? Yo me digo que no, que no es el ocio lo que preciso sino el derecho a trabajar en aquello que quiero ¿Por ejemplo? El jardín, quizá. Es bueno como descanso activo para los domingos, para contrarrestar la vida sedentaria y también como secreta defensa contra mi futura y garantizada artritis, Pero me temo que no podría aguantarlo diariamente. La guitarra, tal vez. Creo que me gustaría. Pero debe ser algo desolador empezar a estudiar solfeo a los cuarenta y nueve años. ¿Escribir? Quizás no lo hiciera mal, por lo menos la gente que suele disfrutar con mis cartas. ¿Y eso qué? Imagino una notita bibiográfica sobre "los atendibles valores de ese novel autor que roza la cincuentena" y la mera posibilidad me causa repugnancia...
Así empieza La Tregua, un diario como el de cualquiera de nosotros. Claro que no puedo separar este libro de la peli de Sergio Renán y estoy pensando en invitar a Raquel a verla en ese ciclo de cine argentino que tenemos pendiente, en versión doméstica.
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Anoche, justo antes de acostarme, escuché que te habías muerto y un apretón de pecho me sacó unas lágrimas. Con esa pena dormí. La radio que me levanta, te recordó en la voz de Serrat y tu "mujer desnuda"; tus historias, tus poemas y mis recuerdos empezaron a darme vueltas y la sorpresa de encontrar tu huella en mí. No, pensé, como vas a morirte! La gente como vos, no se muere nunca!
En fin, Mario Benedetti, descansa y Gracias por el fuego!
sus grandes chimeneas
sus sabios clandestinos
su canto de sirenas
sus cielos de neón
sus ventas navideñas
su culto de dios padre
y de las charreteras
con sus llaves del reino
el norte es el que ordena
pero aquí abajo abajo
el hambre disponible
recurre al fruto amargo
de lo que otros deciden
mientras el tiempo pasa
y pasan los desfiles
y se hacen otras cosas
que el norte no prohibe
con su esperanza dura
el sur también existe
con sus predicadores
sus gases que envenenan
su escuela de chicago
sus dueños de la tierra
con sus trapos de lujo
y su pobre osamenta
sus defensas gastadas
sus gastos de defensa
con sus gesta invasora
el norte es el que ordena
pero aquí abajo abajo
cada uno en su escondite
hay hombres y mujeres
que saben a qué asirse
aprovechando el sol
y también los eclipses
apartando lo inútil
y usando lo que sirve
con su fe veterana
el Sur también existe
con su corno francés
y su academia sueca
su salsa americana
y sus llaves inglesas
con todos su misiles
y sus enciclopedias
su guerra de galaxias
y su saña opulenta
con todos sus laureles
el norte es el que ordena