lunes, septiembre 01, 2008

No puedo parar de pensar en ella

Lunes de un nuevo mes, el mes que nos devuelve las rutinas y quehaceres de costumbre.

Podría ser como cualquier otro lunes pero hoy me tortura un hormigueo en el estómago apretado. No puedo concentrarme.

Un año difícil le dejó piedras por el camino y hoy le toca arreglarlo. Un desafío más, y con mis nervios le estoy acompañando, haciendo fuerza con el pensamiento, para que confíe en sí misma tanto como yo en ella.

Le "robé" uno de sus cuentos, a sabiendas de la bronca que me caerá cuando se entere. Pero su ira adolescente no bastará, creo en ella.

Creo en tí, Hija y te quiero.



NO

Mi amiga Patry estaba de vacaciones, y yo me aburría mucho. Por eso se me ocurrió lo del gato. Le dije a mi madre que me comprase uno, que yo cuidaría de él; pero no me hizo caso. Me dio una galleta de coco, y me mandó a jugar.

Así que me lo inventé, me inventé aquel gato. ¿Y por qué no? Podía inventarme el gato que me diera la gana, y así lo hice. Me inventé un estupendo gato que me seguía a todas partes y siempre estaba contento. Era un gato genial. Y le puse NO. ¿Por qué no iba a ponerle NO? Podía llamar a mi gato como me diese la gana, y quise llamarle NO. Me pareció un buen nombre, y a él también le gustaba. Lo pasamos de miedo. Aquel verano le enseñé a saltar, a ronronear, a rodar y a esperarme en la puerta de las tiendas cuando me mandaban a hacer algún recado. Se portó genial.

Pero solo hasta que empezó el instituto. El primer día de clase, cuando Patry me vino a buscar, NO se puso a maullar como un loco. Quería que lo llevase conmigo. Yo le dije que no, que no podía, y él empezó a gruñirme. Pero no le hice caso. Le di una galleta de coco y le mandé a jugar.